Desenvolupament sostenible

Desenvolupament sostenible
Una parella de roquerols han fet niu al Monestir de Vallbona

dimarts, 4 d’octubre del 2022

Soñar una tierra nueva frente al colapso

 

El capitalismo ha entrado en crisis al aproximarse a sus propias limitaciones, según todas las evidencias. Defender la esperanza en este momento requiere tanto entender los efectos y las consecuencias del drástico cambio que se avecina como vislumbrar alternativas.

La crisis energética, la inflación y la guerra de Ucrania forman parte del mismo fenómeno: la última gran crisis capitalista. Una crisis que en última instancia responde a la escasez de los medios físicos en los que se ha sostenido el crecimiento del consumo, como ya había advertido, hace 50 años, la biofísica Donella Meadows, que señaló la imposibilidad de mantener el crecimiento ilimitado en un planeta limitado.

La mejor forma de afrontar un futuro difícil pasa por explicar verdades, bien conocidas para la ciencia, pero todavía no suficientemente asumidas por políticos, gestores y parte de la ciudadanía.

En este artículo se presentan evidencias y datos, los efectos ya conocidos y las consecuencias de la crisis ecosocial, especialmente para los pueblos más empobrecidos, así como se plantean escenarios de resistencia para orientar las hojas de ruta de los que pretendemos embarcarnos en la patera de los desheredados, con mejores herramientas.

Sabemos que la esperanza no «cae del cielo», sino que se construye con pedacitos de Reino para aplanar el camino a la llegada de la plenitud de los tiempos.

El agotamiento de energía y de materiales

Las dos últimas y hermosas encíclicas del papa Francisco nos ofrecen muchos puntos de referencia para contemplar la realidad global de la creación y de la humanidad en su estado actual, así como elementos para regocijarnos en la admiración de lo creado y no desfallecer en remediar las heridas a las personas y a la creación.

Francisco critica el sistema socioeconómico conformado desde la avaricia y desde la soberbia de una sociedad de personas que se creen «dioses» independientes de sus raíces naturales y capaces de resolver todos sus problemas a través de la razón tecnológica; poniendo de manifiesto que la justicia social y la justicia ambiental son dos caras de la misma moneda y destacando que la vida contiene la energía del amor y es capaz de sobrevivir en los resquicios del dolor.

En Fratelli tutti vemos que estas cuestiones elementales de nuestro ver, juzgar y actuar no decrecen con la distancia, y aunque se expresen en el prójimo, en lo próximo, se extienden a todas las regiones, a todas las personas, a todas las comunidades de la Tierra.

El científico del CSIC Antonio Turiel (Turiel, 2020), doctor en física teórica, divulgador incansable de los límites de la energía, recurre a menudo a los datos de la Agencia Internacional de la Energía, organismo creado por los países de la OCDE. Viene insistiendo en que el pico de extracción del petróleo ya se ha producido, de hecho, la extracción del mismo durante este año 2022 no será suficiente para abastecer la demanda mundial, ni siquiera en un escenario de precios altos del petróleo.

Turiel llama la atención sobre el hecho que la desinversión en nuevas prospecciones se viene reduciendo en un 60% desde 2014. La extracción del petróleo consume un 15% del total extraído y se calcula que para el 2050 se necesitará gastar un 50% del volumen energético que se podrá extraer.

El pico del gas se está produciendo en la actualidad, justo cuando los países productores como Argelia han estancado su producción, pero van aumentando su demanda interna. El incremento de los precios del gas (iniciado en 2021, mucho antes de la invasión de Ucrania) ya mostraba claramente la incapacidad de responder a la demanda creciente. El gas natural licuado (GNL), más caro porque se transporta en barcos a altas presiones, procedente de Australia, Qatar o EUA está sustituyendo al que procedía de Rusia, en constante descenso a causa del conflicto, y España es la mayor puerta de entrada de ese gas a Europa porque tiene un tercio de las plantas de regasificación europeas en sus costas.

El principal problema de la energía nuclear en Francia no es la escasez y elevados precios del uranio, sino la inseguridad de las centrales. Francia tiene paradas la mitad de sus centrales, 56, muchas de ellas sine die por problemas técnicos graves, lo que la obliga a importar electricidad de otros países.

La situación de escasez de gas incrementada por el conflicto armado ha llevado a la Comisión Europea a dictar las primeras medidas de restricciones y ahorro, mientras que se han vuelto a poner en funcionamiento las centrales térmicas de carbón, a pesar de que se reduce aún más las posibilidades de conseguir los objetivos de control de emisiones para frenar el cambio climático. Por lo demás, los grandes exportadores de carbón limitan sus ventas y los precios son muy altos.

Antonio Turiel llama la atención sobre otro aspecto más preocupante: la constante reducción de la producción de diésel debido a la escasez del petróleo crudo del que se obtiene ese combustible, esencial para el transporte y todo tipo de maquinaria agrícola y pesada.

El pico de extracción del petróleo
ya se ha producido, de hecho, su extracción
durante 2022 no será suficiente para abastecer
la demanda mundial

Todos estos elementos, la evolución de las restricciones energéticas que ya son evidentes en todo el mundo y que nos afectan directamente a Europa, y las decisiones de la OTAN parecen dar la razón al análisis de Juan Bordera y Antonio Turiel, escrito pocos días después de empezar el conflicto bélico en la que afirmaban que «la invasión rusa a Ucrania marca el inicio de una época de belicismo contra la escasez energética» (Turiel & Bordera, 2022).

Alicia Valero es doctora ingeniera química del instituto CIRCE de la Universidad de Zaragoza que ha calculado el potencial de las reservas de los materiales disponibles y ha divulgado sus conocimientos en innumerables charlas y en su libro Thanatia (Valero Delgado et al., 2021). Afirma que la falta de microchips que ha ralentizado en todo el mundo la venta de bienes de consumo como los automóviles es solamente la punta del iceberg de la escasez de materiales. Su demanda crece exponencialmente, mientras que su disponibilidad es limitada. Calcula que la demanda de 14 materiales esenciales en el funcionamiento del sistema económico mundial va a ser muy superior a las reservas explotables de aquí al 2050.

Explica que el reciclaje de los materiales precisamente más preciados por la industria de los semiconductores y la llamada economía digital es prácticamente imposible, porque el diseño de los productos no tiene en cuenta los requisitos para su reciclaje. Los materiales se encuentran muy mezclados y en muy pequeñas cantidades, eso se traduce en el fracaso de la llamada economía circular como alternativa a la escasez de materiales.

El profesor de economía ecológica Juan Martínez Alier pone números al «mito de la economía circular» cuando afirma que solamente se reciclan un 8,6% de los materiales extraídos (Martínez-Alier, 2021).

Una de las cuestiones que explican los movimientos y las alianzas militares actuales es el control de ciertos materiales considerados estratégicos como los contenidos en tierras raras, de las que China tiene las mayores reservas mundiales (86%) y, además, controla su manufactura para obtener los preciados elementos.

Una de las razones por las que los países occidentales han preferido dejar en otras manos la obtención de los codiciados materiales es el enorme impacto ambiental que genera su aprovechamiento. La alianza energética y comercial entre China y Rusia, que se reforzó mediante nuevos acuerdos durante los Juegos Olímpicos, poco antes de la invasión de Ucrania, incomodan visiblemente a los países occidentales y sus aliados militares.

Las políticas oficiales de lucha contra el cambio climático que se justifican con el «desarrollo sostenible» proponen una transición energética en los países más desarrollados que consiga una economía sin emisiones de CO2 en el año 2050. Para ello se propone que se sustituyan los combustibles fósiles por las llamadas energías eléctricas renovables, principalmente la eólica y la fotovoltaica.

Hay diferentes aspectos que, sin cuestionar la necesidad de apostar de forma creciente por todo tipo de energías renovables, y especialmente las que se pueden aprovechar cerca de los lugares de consumo, comprometen los planes que parecen conducir a la substitución de todo el consumo de combustibles fósiles por electricidad renovable.

En el reparto de la demanda final de energía según las fuentes de origen, la electricidad es actualmente en nuestro país un 21,5% y en la Europa de los 27, 22,8% (datos de 2019). En cambio, la mayor parte (80%) de los productos petrolíferos (56% de la demanda final) se consumen en el transporte.

Parece un contrasentido que se dediquen grandes sumas de dinero público a incentivar la generación eléctrica, cuando la potencia eléctrica instalada en España (112 GW) es más del doble del consumo máximo (45 GW) y, al parecer, buena parte de los proyectos aprobados o en trámite no cabrían en la red de distribución (Bayona, 2021).

Mientras tanto, siguen pendientes los proyectos para adecuar las infraestructuras de transporte de mercancías (eje ferroviario mediterráneo) y de pasajeros, para incrementar la cuota de transporte electrificado que hoy no supera en nuestro país el 5% de la demanda final de energía.

Por otra parte, expertos como Antonio Turiel nos advierten que la distribución eléctrica necesita de centrales de ciclo combinado (gas) para funcionar como interruptores reguladores de la inestabilidad y de la dificultad de las renovables fotovoltaica y eléctrica para estabilizar la red ante los riesgos de apagones producidos por las fluctuaciones.

Otro elemento para tener en cuenta es el hecho de que una buena parte de los proyectos que se presentan pretenden ocupar territorios preciados por sus valores ambientales –los tribunales han dictado que Iberdrola tiene que desmantelar su parque fotovoltaico más emblemático– o por ser tierras agrícolas que tienen un carácter estratégico ante un futuro próximo en el que la producción de alimentos de proximidad será decisiva por el encarecimiento de la energía.

Grandes promotores como ENAGÁS esperan que la generación de energía eléctrica de renovables se pueda destinar en el futuro a la generación de hidrógeno, obtenido mediante la electrólisis del agua, como futuro combustible para el transporte. Una posibilidad que otros expertos ponen en duda por su bajo rendimiento energético final y por las grandes dificultades de manejo que presenta un gas tan ligero e inestable como el hidrógeno.

Alicia Valero llama la atención sobre el incremento de consumo de materiales que comportan tanto la generación de renovables eléctricas como la «solución» del coche eléctrico. Los aerogeneradores consumen grandes cantidades de hierro, aluminio, cobre, níquel, disprosio y neodimio. Las placas fotovoltaicas consumen materiales de 14 elementos distintos de la tabla periódica y los coches eléctricos 21 elementos. Hay que considerar que su fabricación, ensamblaje y mantenimiento necesitan del consumo de combustibles fósiles, y ahora que se empiezan a desmantelar los primeros aerogeneradores se pone de manifiesto que el reciclaje de algunos componentes como las palas, resulta harto difícil.

Como resumen de la situación en la que nos encontramos, Alicia Valero afirma que la depredación de la naturaleza crece a un ritmo de un 2,8% anual (exponencial). En una generación consumiremos el doble que hoy y en 25 años habremos consumido tanto como en toda la historia del ser humano.

En cualquier caso, la coyuntura de dificultades de aprovisionamiento energético y de materiales debería servir para afrontar con claridad el hecho de que la reducción del consumo de energía es inevitable y se debe planificar el descenso de la demanda sin aumentar las desigualdades sociales existentes.

Los impactos desiguales del colapso de materiales y energía

Científicos, divulgadores ambientales y activistas han protagonizado un intenso debate en las redes sociales sobre el concepto de colapso. Todos los comentarios coinciden en la necesidad del debate en torno a las soluciones, un debate, que no se está produciendo en la política.

El epíteto «colapsistas» dedicado a los que afirman con datos fehacientes que el agotamiento de la energía y de los materiales es irreversible no significa que lo deseen. Como afirma Yayo Herrero, «colapsista» es el mayor multimillonario del mundo Elon Musk, o el famoso Mbappé y sus risas ante la pregunta de por qué volar en avión pudiendo ir en tren en un trayecto de dos horas, y no los que alertan de los impactos que está generando el sistema capitalista imperante.

La prudencia y sabiduría animan a trabajar arrimando el hombro para luchar desde la política y desde los movimientos sociales para mitigar los desastres que se avecinan (Yayo Herrero, 2022).

Y ya que hablamos de millonarios hemos de referirnos a los vergonzosos beneficios de los bancos y las empresas energéticas españolas en estos tiempos de crecimiento desbocado de la inflación y aumento de los empobrecidos.

Los que afirman que se dan las condiciones para prever un colapso del capitalismo no lo conciben como un hecho puntual catastrófico mundial, sino como un conjunto de procesos asimétricos con efectos distintos en todo el globo. Lo que en las élites capitalistas mundiales son vergonzantes beneficios, en los otros extremos son miseria y muerte. La escasez de energía ya ha generado impactos sociales y disturbios importantes en países como Sri Lanka, Bangladesh o Laos.

La reducción del consumo de energía
es inevitable y se debe planificar el descenso
de la demanda sin aumentar
las desigualdades sociales existentes

Los impactos son más graves entre los más pobres (países, comunidades y personas). Pakistán, un país de 220 millones de habitantes y con armas nucleares, se encuentra en fallida energética social y política, y ha sido descartado como insolvente y no es capaz de conseguir que los proveedores de gas se presenten a sus cuatro últimas ofertas públicas para abastecerse. Este país que produce un 1% de las emisiones de CO2 se encuentra entre los diez más amenazados por el cambio climático y desgraciadamente acaba de sufrir una de las más graves inundaciones de su historia con más de 1.200 fallecidos.

Es bien sabido que la escasez energética ha producido el encarecimiento de los productos industriales y lo que es peor, los productos básicos alimentarios, debido a que los fertilizantes y productos fitosanitarios son grandes consumidores de energía, lo que ha generado protestas de agricultores en Holanda, Alemania, Polonia o Italia.

La situación se agrava por momentos en otras regiones del planeta, especialmente en el África subsahariana, en países como Sierra Leona, Camerún o Kenia; en Latinoamérica, por ejemplo, Ecuador, Panamá o Cuba. Lo que ha llevado a la ONU a intervenir para facilitar el comercio de granos y reducir el impacto de la hambruna que ya se ve venir, especialmente en África, donde Cáritas Internacional ya está haciendo tareas de coordinación de ayudas.

La guerra, la sequía, el cambio climático, los conflictos por el control la energía y de los materiales han acentuado los problemas del sistema alimentario global, dependiente de los combustibles y diseñado para sobrealimentar a los consumidores de los países ricos, donde se malbarata el 17% de los alimentos producidos, y cuya situación está poniendo en alerta máxima a los especialistas que reclaman cambios profundos que pasan por repensar totalmente una agricultura diseñada para la exportación y no para satisfacer las necesidades locales (Muñoz et al., 2022).

El encarecimiento de los precios de la energía, causados en parte por determinados beneficios empresariales, ha disparado la inflación a niveles nunca vistos en 40 años. Los especialistas auguran que lo peor está por venir, puesto que el encarecimiento de los precios, que afecta principalmente a las economías más débiles, va a contraer la demanda debilitando la economía productiva y acentuando el paro. En las últimas semanas la prensa especializada está recogiendo las voces de alarma de empresarios europeos de la industria metalúrgica que avisan que ya han tenido que parar la producción en buena parte de sus factorías. Negros nubarrones de futuro para los segmentos de excluidos sociales que no se han repuesto ni de la crisis financiera ni de la pandemia, y siguen creciendo, como muestran los análisis de Cáritas en su informe FOESSA.

La guerra, la sequía, el cambio climático,
los conflictos por el control la energía y
de los materiales han acentuado los problemas
del sistema alimentario global,
dependiente de los combustibles

Enfrentados a los límites del crecimiento, hay hechos que demuestran que los Estados están optando por la confrontación, el militarismo y el cierre de las fronteras. La guerra ha precipitado nuevas peticiones de ingreso en la OTAN después de la invasión.

El efecto en el crecimiento del militarismo no se ha hecho esperar. Sin ir más lejos, el Gobierno de España ya ha prometido que va a ir incrementando el gasto militar hasta llegar al 2% del PIB. Mientras tanto, la política de «apertura» a los países africanos ha pasado por la dejación de los acuerdos internacionales sobre el Sahara, y el acercamiento a Marruecos en quien se han delegado las tareas de vigilancia de las alambradas.

La resiliencia solidaria ante el colapso

El colapso y sus efectos no están teniendo suficiente eco entre los políticos, que justifican todos los problemas con la guerra de Ucrania. Se pueden contar con pocos dedos los políticos de primera línea que se atreven a abordar públicamente el decrecimiento asimétrico como el único camino viable para salir con justicia del colapso.

Son muy numerosos los trabajos que vislumbran como único futuro viable para la humanidad un decrecimiento planificado de los más ricos, para restaurar la justicia. Aunque el sistema de gobierno imperante parece jugarse todas las cartas a la llamada transición energética, que en realidad se traduce en implantación masiva de energía eléctrica renovable, queda mucho por hacer en materia de eficiencia energética. En este campo la presión de los Gobiernos se dirige, una vez más, a la conciencia individual del ciudadano, cuando las políticas públicas no han hecho los deberes que se plantearon ya hace muchos años en sectores como el transporte, la industria o la mejora del metabolismo energético de las ciudades.

Los más pesimistas (o realistas, según se mire) no confían en las posibilidades de la política actual para afrontar la realidad y optar por la salida más justa. No obstante, nosotros como creyentes, hemos sido animados por la encíclica Fratelli tutti para confiar en el noble ejercicio de la política y los movimientos sociales para transformar profundamente las estructuras. Y no se trata de una fe ciega, más bien lo que debemos hacer es una lectura abierta de la realidad para tener en cuenta como se han producido giros sociales imprevistos en la dirección política de países como Chile y Colombia, en buena parte estimulados por los movimientos sociales.

Las recetas sociales y políticas que han perseguido la reducción de las desigualdades sociales van a seguir siendo reivindicaciones fundamentales: fiscalidad justa, renta universal, derechos fundamentales de la vivienda y del trabajo digno. Pero no será suficiente y habrá que situar nuevos retos como el reparto del tiempo de trabajo, y el trabajo remunerado y justo del cuidado de las personas, como nuevos horizontes de las luchas sociales.

Como hemos indicado anteriormente sigue siendo necesario reivindicar el gasto público en conseguir eficiencia energética en la ciudad: rehabilitación de vivienda y movilidad sin carbono.

Frente a los grandes proyectos, hay que promover las energías renovables de proximidad incluyendo el aprovechamiento del biogás y de la biomasa forestal, muy eficaz para reducir la carga de combustible de los bosques, al tiempo que se promocionan los pastos de ganado extensivo, y se reducen las macrogranjas que producen, sobre todo, carne para la exportación.

La protección y salvaguarda de los ecosistemas amenazados debe figurar en el centro de las políticas ambientales. El pago por los servicios ambientales a los agricultores que gestionan el territorio es imprescindible para conservar la «infraestructura verde», necesaria para enfrentarnos a los impactos del cambio climático.

Los proyectos de energías eléctricas solares y eólicas se ofrecen en muchos municipios donde el sistema agroalimentario imperante, que beneficia a los grandes productores, ha situado fuera del mercado las producciones agrícolas locales. En un futuro próximo, el sobrecoste de los insumos agrícolas petrodependientes y el coste del transporte nos van a situar en escenarios en los que será imprescindible la soberanía alimentaria de producción local y de temporada. En ese contexto, la preservación de los suelos de valor agrícola se vuelve un imperativo de interés general.

Nos encontramos en un año de gran sequía, aunque la política agraria, que ha fomentado el regadío sin medida, no ha tenido en cuenta las disponibilidades reales de agua embalsada y de los acuíferos ni las sequías, como la actual que se acrecientan con el cambio climático. En ese contexto, racionar el consumo, asegurar el suministro y la depuración del agua forma parte de los cuidados esenciales para la salud.

La solidaridad, la creación de comunidad, vías de construcción de alternativas

Decrecimiento, en nuestras latitudes, significa reducción drástica de la media del consumo individual. Ello requiere la promoción de una ética de la frugalidad, que no es lo mismo que «austericidio», y pasa por entender que la «vida buena» puede pasar por la satisfacción de necesidades y servicios de forma comunitaria (por ejemplo, disponer de una sola lavadora para los vecinos de la escalera o promover el coche compartido).

En ese terreno será cada vez más necesaria la promoción de los cuidados personales comunitarios y la satisfacción de necesidades básicas mediante el reciclado, los mercados artesanales y de proximidad. Numerosos trabajos muestran que en los márgenes del capitalismo florecen experiencias construidas sobre la base de la satisfacción comunitaria de las necesidades, constituyendo verdaderas alternativas políticas al sistema.

Francisco, en la encíclica Laudato si’ ha sido el gran defensor de la conversión ecológica tomando como referencia una ética evangélica. Los puntos que aparecen esquematizados a continuación son elementos de «la persona nueva» que deberá sobrevivir al colapso, tomados de un artículo del divulgador científico Ferran Puig Vilar (Puig-Vilar, 2021):

  • Los poderes están paralizados por la idolatría desarrollista y la fe tecnocrática, que a nosotros también nos paraliza.
  • Pensar diferente: sentido de la existencia más humilde y adaptativa.
  • Autoorganización y presión: local, comunitaria, colaboración y ayuda.
  • Solidaridad y aprendizaje de las comunidades indígenas.
  • Cambiar valores: Recuperar el sentido de lo sagrado, crecimiento interior para sentirse vinculado a la comunidad y a la vida.
  • Vivir en comunidad la simplicidad: cambiar «el sálvese quien pueda» por «salvemos a todos los que podamos».
  • Se requiere esperanza, responsabilidad y alegría. Verdad, bondad, belleza, armonía y equidad.
  • «Convirtamos nuestras comunidades en arcas de Noé para avanzar con tiempo, lentamente, reposadamente».

Aquí tenemos una evidencia de cómo la predicación del Reino de Dios, la difusión del modelo de persona que fue Jesús para la humanidad, es una tarea que nos lleva de la mano de aquellos que perciben que afrontar el colapso que viene va a requerir de cambios antropológicos copernicanos.

Y no nos olvidamos de las transformaciones estructurales, lo estamos haciendo también en la Iglesia, donde Cáritas afronta con nuevas perspectivas la necesidad de una caridad de vanguardia, de sensibilización y denuncia, y lo hacemos con esperanza gracias al ejemplo de estructuras consolidadas como la REPAM (Red Eclesial Panamazónica), que está siendo el sostén de la vida en una tierra que es a la vez paraíso y territorio de martirio.

Nuestro ser Iglesia deberá aprender a «salir del campanario» para diluirse como comunidad en los territorios de exclusión allá donde vamos a coincidir en la lucha por la supervivencia con los movimientos sociales (manteros, limpiadoras, cartoneros…) a los que Francisco llama «poetas sociales». Juntos vamos a tener que asumir un papel relevante dado que se acercan tiempos en los que vamos a necesitar mucha más solidaridad.

Lo que está colapsando es la economía de los mercados, pero todos sabemos, y muchos científicos lo suscriben, que hay mucha vida fuera de los mercados, mucha supervivencia, muchos cuidados, muchos embriones de formas nuevas de satisfacer necesidades con frugalidad y sentido de comunidad. Eso crecerá, necesariamente, inevitablemente, en medio de un dolor inmenso.

Epílogo

Al preguntarnos, mirando la realidad, si será posible ir transformando tanto dolor en una tierra fértil que dé frutos de ternura, humanidad y fraternidad, la vida cotidiana, la propia realidad nos convence de que sí, que hay pequeñas historias compartidas, movimientos sociales y culturales que buscan formas alternativas de vivir y de relacionarse, con ritmos de vida más humanos y respetuosos con el planeta, más conscientes del valor del presente, más abiertos a generar espacios de inclusión para todos.

Si Dios hizo este mundo con nosotros dentro,
ahora nos pide nuestra colaboración
para transformarlo definitivamente,
aunque nosotros lo hayamos roto

En este escrito estamos describiendo el final del capitalismo (sin fechas ni lugares precisos) y deducimos, por los datos del presente y por las inercias del sistema, que los empobrecidos en todo el mundo van a sufrir más y apenas podemos esbozar caminos de solidaridad y de construcción de comunidades resilientes, en los cuales los creyentes y la Iglesia reconocemos que nos queda una tarea primordial y totalmente coincidente con la construcción del Reino de Dios.

El Reino es el proyecto de Dios contemplado desde el final, del cual apenas sabemos que, a pesar de los grandes sufrimientos (Os 2, 1-15) vendrá precedido por la bondad, la justicia, el amor y la misericordia (Os 2, 21). Si Dios hizo este mundo con nosotros dentro, ahora nos pide nuestra colaboración para transformarlo definitivamente, aunque nosotros lo hayamos roto (Saldaña, 2019). El Reino es gracia que se nos da, pero también exige de nuestro trabajo y compromiso hacia un destino compartido con Dios. ¡Esta suerte tenemos, no queda solo en nuestras manos! 

Referencias

Bayona, E. (2021, June 14). «Así se hincha la burbuja de las renovables: dos tercios de la potencia proyectada no cabe en la red»Público.

EFE. (2022, June 15). «Una sentencia obliga a Iberdrola a desmantelar la planta fotovoltaica más grande de Europa». Agencia EFE.

Martinez-Alier, J. (2021). «La brecha de la circularidad y el crecimiento de los movimientos mundiales por la justicia ambiental». Academia Letters.

Muñoz, R., Rivera, M. G., Aguilera, E., Calvet, M., Rodríguez, A., Morilla, A., Guzmán, G., González De Molina, M., Amate, J. I., Cobeña, A. S., Muñoz, A. (coord), & Rodriguez Teresa. (2022). La urgencia de una transición agroecológica en España.

Puig-Vilar, F. (2021, November 26). Ineficiencia COP-optada (3/3): Trabajo intersticial de supervivencia creativa | Usted no se lo cree. Usted No Se Lo Cree.

Saldaña, M. (2019). Tierra de Dios Una espiritualidad para la vida cotidiana (El Pozo de Siquén, Vol. 402). Sal Terrae.

Turiel, A. (2020). Petrocalipsis. Alfabeto.

Turiel, A., & Bordera, J. (2022, March 18). «La primera guerra de la “Era del Descenso Energético”» | ctxt.es. Contexto y Acción.

Valero Delgado, A., Valero, A. V. C., & Calvo, G. (2021). Thanatia : límites materiales de la transición energética. Prensas de la Universidad de Zaragoza.

Herrero, Yayo. (2022). Contra el capitalismo del desastre. Contexto y Acción.

 

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